Los constantes ataques por parte de piratas y corsarios contra la villa y puerto de San Francisco de Campeche a lo largo de los siglos XVI y XVII dejaron su huella en muchos aspectos, especialmente en lo relacionado a las prácticas defensivas.
El ejemplo más visible de ellos es el recinto amurallado que se erigió para proteger el centro de la, entonces, villa. Este complejo consistió en un primer momento en un recinto amurallado con forma de hexágono irregular, con baluartes en cada una de sus aristas, lo que daba un total de ocho, y tenía igual tres accesos, al que pronto se añadió una puerta más, quedando conformado por:
Baluarte de Santiago
Baluarte de Nuestra Señora de la Soledad
Puerta de Mar
Baluarte de San Carlos
Puerta de San Román
Baluarte de Santa Rosa
Baluarte de San Juan
Puerta de Tierra
Baluarte de San Francisco
Baluarte de San Pedro
Baluarte de San José
Puerta de Guadalupe
En el siglo XVIII se experimentó una evolución en la estrategia defensiva de la ciudad, considerando ineficaz e insuficiente los recursos del momento, además de creer que era vulnerable a desembarcos. Por ello, el sistema se complementó con la construcciones de dos fuertes, lo cuales se levantaron a cada lado de la ciudad aprovechando unas elevaciones naturales desde donde se puede dominar todo el horizonte. Estos fuertes contaban con el apoyo de dos baterías, las cuales le ayudaban con un fuego rasante y a corto alcance, mientras los fuertes concentraban la artillería de largo alcance. Las nuevas estructuras fueron:
Fuerte de San José el Alto
Batería de San Lucas
Batería de San Matías
Fuerte de San Miguel
Batería de San Fernando
Batería de San Luis
Con ello, se consideró que la defensa de la ciudad era mejor, pero habría que esperar al siglo XIX y sus inestabilidades políticas para ponerlo a prueba. Y eso, es otra historia...
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