Estribo femenino, usado por las mujeres de la época |
La conquista de América no fue un asunto masculino únicamente. Muchas mujeres también tomaron parte del proceso de descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo dando grandes ejemplos de valor, luchando contra un aparato social que favorecía al hombre, y en muchas ocasiones realizando hazañas que bien podrían opacar las de sus compañeros. El artículo de hoy.
Por Víctor Alfonso
Medina Lugo
Mucho se ha escrito y se conoce sobre los
personajes que formaron parte del proceso conocido como conquista y
colonización de América. Aventureros, navegantes, militares, cartógrafos,
piratas, toda una variedad de gente, desde la “gentuza que sobraba en Europa”
hasta nobles de las cortes. Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Francisco Pizarro,
Francis Drake, son solo algunos de los nombres más conocidos de navegantes,
militares y exploradores.
Sin embargo, ellos no fueron los únicos que
buscaron la fortuna de las Indias. Mujeres aventureras, madres, soldados,
gobernadoras, virreinas, adelantadas, empresarias y monjas, e incluso esclavas
y prostitutas tomaron parte de la expansión ultramarina.
La conquista de América no fue algo
exclusivamente masculino, ya que las mujeres ocuparon papeles relevantes desde
las primeras expediciones, muy probablemente las que acompañaron a Colón en su
tercer viaje en 1497-1498, fueron las iniciales. Y en solo unos años la
presencia de ellas aumentó, al igual que su importancia, pues para 1509, Diego
Colón llegó a América acompañado de su esposa, la virreina María de Toledo,
sobrina de Fernando el Católico, y junto con ella, toda su corte de dueñas y
doncellas.
Los archivos españoles almacenan mucha
información relativa a las hazañas de las mujeres, y no solo las de clases
favorecidas como la emperatriz Isabel de Portugal o mujeres de la familia
Colón, sino que de igual forma se da cuenta de las hazañas de mujeres de menor
rango, que pasaron a componer el tejido social y económico de la naciente
América. Estos relatos llaman la atención por el nivel de independencia
desempañado por muchas de ellas, pues contrario a lo que se piensa, no se
trataron en su totalidad de mujeres sumisas que venían siguiendo a sus maridos,
sino que en muchos casos eran solteras, que igual buscaban fortuna, o también
los casos de viudas, muchas de las cuales pasaron a ocupar los cargos de su
marido, creando un verdadero Nuevo Mundo, un lugar donde las leyes eran pasadas
por alto y las mujeres podían acceder a puestos y cargos que la legislación no
les hubiera permitido de modo normal.
Un claro ejemplo es el de Isabel de
Barreto, viajera y navegante, esposa del almirante Álvaro de Mendaña, quien al
morir en el transcurso de su expedición a las islas Salomón, nombró a su mujer
como gobernadora, y al hermano de ella, almirante. Sin embargo, su hermano
muere pocos días más tarde y ella queda como heredera universal de todos los
cargos, convirtiéndose de esta manera en la primera mujer en ocupar el cargo de
Almirante en la historia de la navegación española.
María de Estrada es un ejemplo de una mujer
que tomó las armas en la conquista de México. Poco se sabe de ella, más que del
testimonio dejado por el cronista Francisco Cervantes de Salazar, donde ella
justifica ante Hernán Cortés su participación diciendo:
“No es bien, señor capitán, que mujeres
españolas dexen a sus maridos yendo a la guerra; donde ellos murieren moriremos
nosotras, y es razón que los indios entiendan que somos tan valientes los
españoles que hasta sus mujeres saben pelear.”
Se hace mención a María de Estrada como una
de las sobrevivientes de la Noche Triste, junto a otra mujer, doña Marina, la
intérprete de Cortés quien también desempeñó un papel crucial para la conquista
de México. Al parecer se trató de la única mujer que acompañó a Cortés desde el
inicio de su expedición, pues se hace referencia a ella diciendo “que no
teníamos otra mujer de Castilla en México sino aquella”.
Otro testimonio breve sobre las hazañas de
María de Estrada lo da Diego Muñoz en su obra Historia de Tlaxcala, donde menciona que ella estuvo “haciendo
maravillosos y hazañeros hechos con una espada y una rodela… peleando
valerosamente con tanta furia y ánimo, que excedía al esfuerzo de cualquier
varón.”
Existieron luego otras mujeres que también
tomaron parte, algunas que llegaron como refuerzos para Cortés, e incluso hubo
quienes fueron capturadas por los indígenas convirtiéndose en las primeras
mujeres españolas muertas en combate, según testimonio de Bernal Díaz del
Castillo.
Beatriz Bermúdez de Velazco fue,
igualmente, una mujer que se destacó en los relatos de las crónicas de los
conquistadores. Ella hace su aparición en uno de los enfrentamientos que se
dieron por la toma de México-Tenochtitlán, en un momento en que los guerreros
aztecas prácticamente habían derrotado a las tropas españolas y las empezaban a
presionar para que iniciaran la retirada.
Beatriz, al ver a sus compañeros
varones huir despavoridos, les hace frente y los insulta diciéndoles que si no
eran capaces de enfrentar a los aztecas, a quienes tantas veces habían
derrotado ya, merecían morir por la espada empuñada por “una mujer flaca como
ella”. La consecuencia de esto fue la reorganización de los españoles y, en un
giro de acontecimientos, por la vergüenza que les ocasionó, los soldados dieron
el contraataque y la batalla culminó con una victoria para los conquistadores.
Los ejemplos se vuelven abundantes al
revisar la historiografía colonial. Y del mismo modo por parte de extranjeros
encontramos a personajes que rayan en la ficción, como fueron Mary Reed y Anne
Bonnie, piratas inglesas que de igual manera desafiaron los estándares de su
tiempo, para aventurarse a los mares.
Así, en un episodio de la historia que se
encuentra dominado por el elemento masculino, podemos encontrar una variada
presencia de la mujer, y no en simples papeles de “cocinera y sanadora de los
enfermos y heridos”. El sólo hecho de aventurarse a la travesía transoceánica,
entre las inclemencias del tiempo, los piratas, las enfermedades y el hambre,
ya sea porque iban en compañía de sus maridos, iban a buscarlos o simplemente
querían parte de las riquezas americanas, implica ya un acto de heroísmo y
aventura equivalente, y en muchos casos superior, a los protagonizados por los
mismos hombres.
Fuentes consultadas:
O'Sullivan-Beare, Nancy. Las mujeres de los conquistadores.
Maura, Juan Francisco. Españolas de ultramar en la historia y en la literatura.
Universidad de Valencia. 2005
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